Partamos de una enriquecedora extrañeza a la hora de hacer una valoración sobre 'Close
Up'. Una propuesta teatral fuera de cualquier convención y estructura teatral
racional, más cerca de una “performance” dialogada que de una representación dramática al uso.
Arriesgado ejercicio autoral por parte de Angelica Briseño, que a pesar de su
malabarismo conceptual consigue salir airosa del trance, creando un conjunto
visual, dramatico y sonoro profundamente vanguardista pero que acaba por golpear
al espectador de la misma forma que haría otra propuesta más convencional.
‘Close up’ es un intento de indagación y reflexión sobre el
poder de los recuerdos en el inconsciente y posteriormente en el consciente del
ser humano. Un descenso a los recovecos de la mente humana, a extrañas
instancias gobernadas por impulsos atávicos de muerte y sexo, donde la redención
racional de la protagonista depende de una recuperación de la cordura y de un
cierre y asimilación de los recuerdos, tanto de los más gratos como de los mas
negativos.
A destacar la puesta en escena de la obra, simplemente
magnifica sin apenas elementos, pero plena de simbología, que sin duda ayudan a
sumergirnos en un ambiente freudiano y onírico, creando una "campana de
irrealidad" que aísla al espectador de cualquier distracción ajena a lo que
vemos encima del escenario. Llaves, agua, sabanas blancas y pájaros, encriptan
un misterioso lenguaje que nosotros como espectadores conscientes quizás no
lleguemos a comprender, pero que nuestro “lado” más inconsciente si llegue a
vislumbrar ese conocimiento secreto en forma de sensaciones desasosegantes. Para
apoyar el empaque críptico y simbólico de la obra “Close Up” se complemente con
una serie de proyecciones: vuelos de bandadas de pájaros, ojos, trenes
recorriendo túneles, funcionando estas imágenes como elemento narrativo, en ningún
caso como una frivolité accesoria.
A pesar de esta estructura sin estructura , es preciso
destacar el ejemplar trabajo que realizan la pareja protagonista Angélica Briseño
y Antonio Carrera, componiendo dos personajes que continuamente traspasan la
sutil línea magenta que separa la cordura de la locura, afectando, desgarrando
y tranquilizando sus personajes con maestría. A destacar sobre todo la ruptura
del iceberg emocional y racional de Angélica, sencillamente escalofriante, su
mirada y voz nos sitúan en al abismo de
un pozo insondable donde en caída libre, caen vertiginosamente los rastros de
una cordura ya perdida. Su contrapunto masculino trasmite el sosiego y la física
necesaria para balancear y equilibrar la propuesta.
La mala noticia es que ahora mismo la obra no esta en
cartel, asistí a la última representación. Solo espero que alguna sala cuya filosofía
representativa sea el riesgo y la experimentación apueste por esta
obra-experiencia que podemos encuadrar sin lugar a dudas en la vanguardia
teatral contemporánea, tan necesaria dentro de lo anquilosado y ordinario en
ocasiones panorama off teatral.
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