lunes, 30 de junio de 2014

Ruido de tablas. Crítica. "Close Up".



Partamos de una enriquecedora extrañeza  a la hora de hacer una valoración sobre 'Close Up'. Una propuesta teatral fuera de cualquier convención y estructura teatral racional, más cerca de una “performance” dialogada que de una representación dramática al uso. Arriesgado ejercicio autoral por parte de Angelica Briseño, que a pesar de su malabarismo conceptual consigue salir airosa del trance, creando un conjunto visual, dramatico y sonoro profundamente vanguardista pero que acaba por golpear al espectador de la misma forma que haría otra propuesta más convencional.



‘Close up’ es un intento de indagación y reflexión sobre el poder de los recuerdos en el inconsciente y posteriormente en el consciente del ser humano. Un descenso a los recovecos de la mente humana, a extrañas instancias gobernadas por impulsos atávicos de muerte y sexo, donde la redención racional de la protagonista depende de una recuperación de la cordura y de un cierre y asimilación de los recuerdos, tanto de los más gratos como de los mas negativos.



A destacar la puesta en escena de la obra, simplemente magnifica sin apenas elementos, pero plena de simbología, que sin duda ayudan a sumergirnos en un ambiente freudiano y onírico, creando una "campana de irrealidad" que aísla al espectador de cualquier distracción ajena a lo que vemos encima del escenario. Llaves, agua, sabanas blancas y pájaros, encriptan un misterioso lenguaje que nosotros como espectadores conscientes quizás no lleguemos a comprender, pero que nuestro “lado” más inconsciente si llegue a vislumbrar ese conocimiento secreto en forma de sensaciones desasosegantes. Para apoyar el empaque críptico y simbólico de la obra “Close Up” se complemente con una serie de proyecciones: vuelos de bandadas de pájaros, ojos, trenes recorriendo túneles, funcionando estas imágenes como elemento narrativo, en ningún caso como una frivolité accesoria.



A pesar de esta estructura sin estructura , es preciso destacar el ejemplar trabajo que realizan la pareja protagonista Angélica Briseño y Antonio Carrera, componiendo dos personajes que continuamente traspasan la sutil línea magenta que separa la cordura de la locura, afectando, desgarrando y tranquilizando sus personajes con maestría. A destacar sobre todo la ruptura del iceberg emocional y racional de Angélica, sencillamente escalofriante, su mirada y voz nos sitúan  en al abismo de un pozo insondable donde en caída libre, caen vertiginosamente los rastros de una cordura ya perdida. Su contrapunto masculino trasmite el sosiego y la física necesaria para balancear y equilibrar la propuesta.



La mala noticia es que ahora mismo la obra no esta en cartel, asistí a la última representación. Solo espero que alguna sala cuya filosofía representativa sea el riesgo y la experimentación apueste por esta obra-experiencia que podemos encuadrar sin lugar a dudas en la vanguardia teatral contemporánea, tan necesaria dentro de lo anquilosado y ordinario en ocasiones panorama off teatral.

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