La muerte del único hijo varón de una familia caída en una
desgracia existencial, desencadena una serie de actos de amor y odio, en la que
la dominan la prostitución sentimental y la violencia emocional, donde novios,
hermanas y yernos forman una peculiar fauna en una búsqueda continua de una
estabilidad que nunca llegará, gracias a sus propios esfuerzos.
“Yernos que aman” conceptualmente es una obra planteada con
inteligencia, descaro e incorrección, armada con todos los cimientos arguméntales
y de puesta en escena suficientes para mantener al espectador enganchado a la historia. Tras una
hora de representación, comienzo a mirar mi reloj, eso si disimuladamente.
Abel Zamora tiene un universo particular, eso no se puede
negar, un microcosmos bizarro con claras influencias de autores bizarros como
Todd Solonz y John Waters, dos autores que
se caracterizan por un acida y sucia disección de las relaciones familiares. Abel
toma el testigo con garra y fuerza ese papel de cirujano, pero a veces el
bisturí empleado tiene el filo demasiado grueso, imponiéndose la exageración y
la hipérbole sentimental al empaque del
propio argumento, que en términos generales esta escrito con inteligencia y
buen “mal gusto”. Ciertos personajes y situaciones aparentemente cómicas no
ayudan nada a restar el desconcierto y a veces la incomodidad del espectador,
ofreciendo únicamente un recital de chillidos y aspavientos y coreografías, en
mi opinión gratuitos, la propia potencia del texto y los diálogos escupidos sibilinamente-,
serían suficientes En esta ocasión mas es menos, esa lujuria bizarra a veces
satura al espectador.
Las historias en mayor y en menor medida interesan, la mayoría
de los personajes están bien construidos, inmediatamente nos conducen al
rechazo y la atracción más absoluta,
atención al papel de Marta Berenguer, brillante y mala “de pelotas”. Otras
interpretaciones se me antojan más toscas y afectadas, llegando a causarme un
rechazo metatextual, difícil de explicar pero fácil de sentir.
Quedemonos con lo bueno, el texto –a veces parece más un guión
cinematográfico- se merece una nota alta, combina el drama y lo esperpéntico
solventemente. La dirección a pesar del larga y excesiva duración de la
propuesta –casi dos horas- es ágil y moderna para bien, sin excesos de
experimentación –las incursiones videográficas, están bastante bien, ayudan a
sosegar la propuesta. No
dudo que Abel tendrá un largo y reconocido recorrido teatral, bases y universo
propio desde luego no le faltan, pero deberá encontrar el ingrediente alquímico
que hace que una obra pendule constantemente entre la línea del interés y el
riesgo. También a destacar casi todas las interpretaciones sobre todo de los
actores mas veteranos, veraces a pesar de lo estrambótico de su rol.
Al final la obra consigue su objetivo que es ofrecernos una
visión alucinada de la Familia, una visión “destroyer” de la Cara B, de lo oculto y
secreto que permanece acechante en la memoria de nuestros padres, madres,
novios, mujeres, maridos…esperando una situación, siempre trágica para salir a
relucir el odio o el amor que nos tenemos. Si, al fin y al cabo somos familia
¿no?
Ficha
artística:
Texto
y dirección: Abel Zamora
Intérpretes: Marta Belenguer, Juan Caballero, Manolo
Caro, Mamen García, Emilio Gavira, María Maroto, David Matarín, Mentxu Romero,
Ramon Villegas, Abel Zamora. Esenografía: Alberto Puraenvidia Proyecciones, fotografías, cartel: Amparo Balsas. Producción: La
ConMovida Producciones.
Cuándo: lunes y mártes a las 22:00. Miércoles a las 20:00.
Donde: La Pensión de las
pulgas.Calle Huertas, 48.
Cuánto: info y reservas en 638752812
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